Entre debilidades y prudencia.

El cobarde lanza la piedra y esconde la mano en busca de un inocente; que por desconocimiento de las hazañas de aquel hombre infame, extiende sus puños para responder a las injurias que no evitaron el golpe del tirano.

Reacción-acción, como por arte de inercia, es lo que pide y aclama una parte del pueblo colombiano; que cansado de los tropiezos del pasado, el presente y el futuro exige la presencia de la máxima autoridad del gobierno.

Muchos califican la acción de esa autoridad como una muestra de debilidad, lo cual no es descabellado. Debido a los golpes que desde una estrecha brecha sobre su patria se han perpetrado. Pero: ¿qué esconden las piedras envueltas en palabras? En tiempos de tormenta la prudencia es una virtud de aquel que entiende el juego macabro que un provocador, vestido de payaso, quiere hacer de su mandato; un teatro para acabar con las atenciones que sobre él se han posado. Convirtiendo todo en una compleja y a la vez simple telaraña sobre la que solo triunfará el más sabio.

El provocador ha hecho de la ignorancia su más grande arma; para camuflar sobre su cara el imperialismo despótico del que en sus discursos con gran desprecio hace gala. Él más que nadie ha sabido guardar las apariencias; escondiendo las intenciones macabras que hasta el más santo de los hombres no podría aguantar. Aun siendo consciente de que puede intentar algo, pero con la plena certeza de que a la sumisión y al fracaso su acto heroico le llevará. El oprimido decide soportar al tirano para no caer en la trampa a la que este le quiere llevar.

Como lo señala Barak Obama: “En políticas y en la vida, la ignorancia no es una virtud”. Pero si es así ¿por qué el “sabio” se hace pasar como un despreciable ignorante?

A la prudencia como hombres sabios y de paz debemos recurrir, para evitar caer sobre las garras del tirano que a una patria a fichas de lego quiere reducir.